Aumentan los casos de trastorno bipolar en Chile

Autor Marcel Oppliger. El Mercurio
Fuente Diarios
Fecha 09-12-2003


A pesar del notorio aumento en casos de bipolaridad, un tercio de los pacientes espera más de diez años entre el inicio de los síntomas y un diagnóstico final. El estrés de la vida moderna puede dar pie a síntomas de bipolaridad.
Cambios importantes en los estilos de vida y que se esté diagnosticando en niños y adolescentes explican en parte este crecimiento.

El año pasado, Pamela fue al siquiatra preocupada por sus fases de gran actividad en su trabajo, que eran seguidas por períodos de profunda depresión. El diagnóstico no la sorprendió demasiado, porque hacía 14 años que su madre presentaba la enfermedad: trastorno afectivo bipolar.
Yo pensaba que los bipolares eran locos, dice. Hoy participa en la Agrupación de Pacientes Bipolares del Hospital del Salvador y ya no cree que sean locos, pero reconoce que no le habla de su enfermedad a todo el mundo.
Para el especialista clínico es evidente el explosivo aumento en el diagnóstico de trastorno bipolar en los últimos años, dice el siquiatra de la Universidad de Chile, Alejandro Koppmann. Y los expertos coinciden en que esta alza se debe a una combinación de factores.

Un concepto renovado
Una de las razones más mencionadas por los siquiatras es que el concepto de bipolaridad se ha ampliado en los últimos 10 años, lo que hace que abarque patologías que antes recibían otros nombres y otros tratamientos.
El trastorno bipolar es una enfermedad biológica - puede ser hereditaria- que afecta a cerca del 5% de la población y se caracteriza por ciclos anímicos de euforia y depresión. Como no existen exámenes de laboratorio que permitan detectarla, se diagnostica observando los síntomas. El tratamiento usual es una combinación de fármacos, educación y terapia.
Pedro Retamal, director de la Unidad de Trastornos del Ánimo del Hospital del Salvador (UTAHS), explica que hace 10 o 15 años se consideraba esquizofrénicos a muchos bipolares. El espectro actual incluye también trastornos de personalidad leves y algunos tipos de adicción. Por ejemplo, el abuso de antidepresivos produce un paciente con manía farmacológica, la que implica una exaltación maníaca del ánimo diagnosticable como bipolaridad.
Según Koppmann, tradicionalmente se han usado criterios categoriales que consideran que las enfermedades son cuadros con límites bien definidos. Pero también hay criterios dimensionales que las ven como parte de un continuo, que va desde la enfermedad hasta la normalidad. Por eso, hay pacientes que aunque no reúnen las características exactas del trastorno bipolar, sí tienen oscilaciones anímicas que los hacen entrar en el ámbito de la bipolaridad, dice Koppmann.
¿Sobrediagnósticos?
Cualquiera sea la causa bioquímica de la enfermedad, está claro que ésta hace a las personas más vulnerables al estrés físico y emocional. Y como varios aspectos de la vida moderna contribuyen a aumentar los niveles de estrés, Retamal no descarta que, efectivamente, haya más bipolares. Hoy en día hay más horas de trabajo y menos de sueño, mayor consumo de alcohol y drogas, incluidos fármacos antidepresivos o para bajar de peso. Todo eso incide en el aumento general del estrés que puede dar pie a síntomas de bipolaridad, argumenta.
Además, hoy el diagnóstico se aplica a niños y adolescentes, algo rechazado hasta hace pocos años, ya que los síntomas se asociaban a trastornos como el déficit atencional. La siquiatra infantil de la clínica Las Condes, Flora de la Barra, sostiene que puede comenzar en cualquier etapa de la vida, pero más frecuentemente en el adulto. En los adolescentes, los síntomas son mucho más violentos, con rabias tremendamente fuertes e inmotivadas, con gran disrupción en la familia, gravísimos trastornos del sueño y pensamiento acelerado. Cualitativamente, los síntomas no se pueden confundir con los bajones típicos de la adolescencia.
A pesar de lo anterior, Pedro Retamal admite que muchos pacientes están siendo evaluados como bipolares sin serlo. Es que a menudo el diagnóstico se hace sobre un examen transversal: síntomas y signos de la enfermedad que se ven en ese momento. Pero eso no da cuenta de la globalidad del trastorno, de los ciclos o de su evolución en el tiempo, dice.
Lo atribuye a que, como la bipolaridad puede ser bien tratada con los fármacos que existen hoy en día y con procedimientos terapéuticos, se busca con excesiva avidez encontrar bipolaridad por un celo de dar tratamiento exitoso, explica.
Jaime Santander, coordinador de atención psiquiátrica del Centro de Salud Mental San Joaquín, concuerda con que hay alteraciones de personalidad que son sobrediagnosticadas como bipolares. Cuando un concepto entra y se populariza, se abusa de él un poco. Pero es como la ley del péndulo: una tendencia transitoria.
Otra arista menos obvia la destaca un médico que pide reserva de su identidad. Hoy hay una oferta farmacológica muy amplia, que lleva a hacer diagnóstico en función de los tratamientos y no siempre de la enfermedad. Uno siempre está bajo la presión de usar un producto que le ofrecen como lo último que se ha inventado.

Drogas que ayudan
Los fármacos sicoterapéuticos actúan sobre los síntomas, igual que una aspirina reduce la fiebre sin curar la infección que la produce. Sirven tanto para controlar crisis ya desatadas, como para prevenirlas.
Como cualquier droga, no producen los mismos efectos en distintas personas, por eso deben ser administradas en cuidadosas dosis y combinaciones determinadas por un especialista en salud mental.
Para el trastorno bipolar, se administra una mezcla de estabilizadores de ánimo (el litio es el que parece tener éxito con mayor cantidad de pacientes) y anticonvulsionantes (Depakote, Tegretol, Neurontin y Lamictal), los cuales pueden, eventualmente, usarse junto con antidepresivos, antisicóticos y antiansiolíticos.